La cultura monogámica y nosotros

El campo simbólico y social sobre el que se asienta la cultura monogámica, produce en las sociedades capitalistas un control articulador de lo social, pero también del espacio de producción de las imágenes de lo individual. El individuo inserto en estas sociedades monogámicas no sólo repliega su autonomía, portando una subjetividad conformada según los tabúes de la “sociedad de control”, sino que también se somete a la propia impostación de una imagen de burgués feliz dispuesto a realizar las condiciones precisas del individuo tipo, transformándose en el material de reciclaje del malestar cultural que sostiene los atributos y propiedades hegemónicas que funcionan como trascendentalización del sistema. Así todas esas propiedades estrictamente materiales que deberían ser expuestas en el campo de las luchas por el sentido, las cuales, se sabe, son siempre luchas políticas, aparecen, en definitiva, en la articulación de los roles individuales y sociales como presupuestos trascendentes y, por ende, incuestionables del sistema.
La cultura monogámica se convierte así en una privación más. En otro mito que cumple función de tabú para sostener la organización social, bajo un modelo de producción de necesidades y deseos controlables, mediatizables y medibles. ¿Con cuántas mujeres puede estar un hombre? ¿Con cuántos hombres puede estar una mujer? ¿Con cuántos hombres puede estar un hombre? ¿Con cuántas mujeres puede estar una mujer? El eje de la medición introduce a la propia transgresión de la regla como límite del sistema, y de esa forma, la cultura monogámica institucionaliza su configuración subjetiva en la unidad: el matrimonio.
Recordemos que Lévi-Strauss expuso el funcionamiento del tabú del incesto como modelo regulador de las sociedades. Y fue Néstor Perlongher (sociólogo argentino) quien se atrevió a pensar que bajo la égida del sistema del don, no sólo el tabú del incesto regulaba el orden social impidiendo que integrantes de una misma tribu se reproduzcan entre sí, provocando con ello la institución del intercambio entre tribus; sino que también debió existir otro tabú al mismo tiempo, éste es el de la homosexualidad con lo que se impediría las relaciones entre aquellos integrantes de las tribus del mismo sexo, permitiendo así la reproducción biológica, pero también social según las coordenadas de control del sistema. Debemos pensar entonces, que la cultura monogámica aparece como otro componente controlador de las acciones de deseo que una persona pudiera atreverse a hacer fluir en el sistema.
Al respecto, finalizo con lo que expresara Theodor Adorno: “El matrimonio, cuya denigrante parodia pervive en una época que ha privado de fundamento al derecho humano del matrimonio, la mayoría de las veces sirve hoy de artimaña para la autoconservación: cada uno de los dos juramentados atribuye al otro cara al exterior la responsabilidad de todos los males que haya causado, mientras siguen existiendo juntos de una manera a decir turbia y cenagosa. Un matrimonio aceptable sería sólo aquél en que ambos tuvieran su propia vida independiente sin nada de aquella fusión producto de la comunidad de intereses determinada por factores económicos, pero que asumieran libremente una responsabilidad recíproca. El matrimonio como comunidad de intereses supone irrecusablemente la degradación de los interesados, y lo pérfido de esta organización del mundo es que nadie, aun sabiendo por qué puede escapar de tal degradación.” (Minima Moralia, p. 23).

2 comentarios:

lean dijo...

Tanta retórica para justificar los cuernos que le metía a la pobre Gretel que esperaba al depresivo theodor con unas salichicas con chucut después de sus largas jornadas de pesimismo.
(es un chiste)

Peter show dijo...

Bueno, si de cuernos se trata qué mejor que una buena retórica, dicen. Yo no tengo ni idea, sobre todo porque nunca me esperaron con las salchichas preparadas y eso me deprime.