EL GRAN DT
campo vs. gobierno
éxitos!
ori
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"Los que primero cayeron como siempre fueron los pobres, después fueron los trabajadores, después vinieron por la clase media, por esa clase media que muchas veces a partir de prejuicios culturales termina actuando contra sus propios intereses. Los intereses de la clase media son los de los trabajadores, son los de los empresarios comerciantes, son los de los argentinos que tienen sus intereses atados aquí a la tierra, que no pueden girar dólares al exterior, que tienen su casa aquí, sus hijos."
Palabras de la Presidenta de la Nación en el acto del 18 de junio 2008
El conflicto planteado y aceptado en los términos dicotómicos “El Campo” versus “El Gobierno” y su consecuente resolución a favor del primero despertó opiniones efervescentes en la sociedad civil debido a que tocó puntos nodales de las identidades dominantes. Explorar vagamente el motivo de esa efervescencia ante la usual indiferencia que despiertan los asuntos políticos es lo que me lleva a escribir este artículo varias veces postergado. Comprendiendo que la dinámica propia de lo político se articula siempre sobre una totalidad social inherentemente fallada (en su división en clases, por tan sólo nombrar a la más amplia posición de sujeto posible), es la definición legítima de la noción de comunidad resultante de esta puja la que motiva mi escritura, ya que esta sutura conlleva odiosas implicancias políticas.
¿Qué implica que amplios sectores de la sociedad argentina hayan apoyado a los reclamos del Campo?, ¿que el sentido común se haya identificado con este discurso en vez de con el sostenido por el Gobierno? Para intentar responder a estas preguntas, es antes necesario detenerse en algunas características del mismo.
Por empezar, había en él una apelación a lo nacional desde una óptica comunitaria, que por eso mismo sostenía idealmente la posibilidad de una unidad armoniosa entre las partes. Ellos representaban a la Argentina como tradición, modo de vida, experiencia cotidiana, independientemente de las articulaciones políticas concretas propias de la esfera de lo estatal. Así, se aprovechaban las connotaciones negativas de lo “político” instauradas en la sociedad argentina a partir de la dictadura militar de 1976, y luego reforzadas por el neoliberalismo en democracia. En esta visión, el agente mayoritario, el individuo común y corriente se aglutina bajo el significante “la gente” a secas*: sin ningún tipo de marca que haga referencia a una condición de clase o rasgo que particularice una determinada posición en el mundo social, reafirmando una totalidad “argentina” victimizada por agentes claramente marcados: Estado, políticos corruptos, “el que no labura”. Términos todos conspicuamente mudos respecto a cualquier determinación económica sobre ellos.
En breve, este discurso proveía por un lado una concesión a la acción de los “males de la sociedad argentina” que le permitía a la “gente” adoptar una posición de víctima frente a una situación de pauperización diaria, a la vez que resaltaba discursivamente la posibilidad y existencia de una unidad armónica entre intereses antagónicos mediante la postulación de la “Nación” como entidad discursiva. El deseo de comunidad puede contener una veta absolutamente revolucionaria en tanto sea actualizado como figura comparativa que resalte la opresión y la explotación presente, pero también puede funcionar como suturadora de las brechas realmente existentes en un plano meramente ideal. En este conflicto en particular, frente al tan reiterado deseo de que “sea como sea se solucione el conflicto” y el “esto no puede seguir más” expresado por los medios de comunicación re-productores de algo que ya estaba presente en la sociedad, el Campo introdujo este significante actualizándolo en este último sentido “superador de las diferencias”. En la misma veta anuladora de la dimensión conflictiva y de lucha dentro de la sociedad funcionó la elevación simbólica del “gaucho” o el trabajador del campo con tintes idealizantes como representante de la argentinidad o del “laburante” a secas (Conspicuamente, esto me recuerda a las labores de Lugones por la época del Centenario, dedicado a la elevación del gaucho como símbolo de la Nación, precisamente cuando éste como tipo social realmente existente estaba desapareciendo…)
¿Cuál era el discurso del Gobierno? ¿Ante qué fondo el del Campo se recortaba como figura? Más allá de una efectiva adhesión al gobierno nacional y sus políticas – ya que es claro que algo así como una redistribución del ingreso dista de ser una realidad tangible o una voluntad política imperiosa- su discurso mínimamente hacía referencia a la lucha de clases. Por supuesto que no en estos términos claramente marxistas, ya que su pretensión es ser el gobierno de todos los argentinos, pero por lo menos hacía alusión a actores económicamente recortados y a una oposición inevitable de intereses que se disputan una misma totalidad: la renta nacional.
Frente a estas dos disyuntivas, ¿qué actitud tomó “el pueblo argentino” como identidad, o al menos la porción del mismo que goza con más legitimidad simbólica, aquella clase media, sentido común, comunacho (sí, es despectivo)? Se alineó a los reclamos del Campo, hartos de que el Estado “les meta la mano en el bolsillo” (en vez de clasificarlo como aquel que le paga a la policía para que les cuide su quintita), y sobre todo hartos del “tono combativo del gobierno”. ¡Claro! Si no hay necesario conflicto entre las clases, y menos que menos algún tipo de participación de estos sectores en que “esos que no quieren laburar” no tengan nada (¡excepto planes sociales, de arriba!).
Lo que la victoria del campo significa en términos simbólicos es una sociedad que no quiere reconocer el conflicto clasista, y eso es lo a mí particularmente me irrita de la situación, ya que esto permite dar una idea de lo lejos que se está de una configuración simbólica de la realidad que permita reorganizarla de manera más favorable hacia –mínimamente- una sociedad más incluyente (y fijense que ni siquiera estoy haciendo referencia a un horizonte tan ambicioso como una especie de socialismo). Frente a los “negros” que efectivamente apoyaban al gobierno se erigían los verdaderos trabajadores: la condición de ser trabajador (sí, proletario, o más aún: lumpen- intentando rescatar a partir de este adjetivo algo del ámbito de la percepción simbólica, no respecto a un supuesto lugar estructural) no es valorizada por su existencia a secas, sino solamente en tanto se lo revista de una dignidad mítica: gaucho. De esta manera, se evidencia un asco respecto a lo popular en tanto expresión cultural en sus propios términos. Cuando éstos se expresan, no son reconocidos como válidos en sí mismos. Un claro ejemplo de esta ceguera paternal hacia lo que deben ser los sectores populares es el caso de los socialistas y comunistas que no pudieron ver a los agentes protagonistas del 17 de Octubre del 45’ como obreros, trabajadores, sino como “turba inórgánica”, “masa”. Problemática perpetuación aún en el presente de la dominación de clase en las categorías perceptivas por parte de aquellos que intentan representar a la “clase obrera”, ya que la ven acorde a un deber ser: explotada, pero honesta y medida, sufrida: cristiana. Lejos, lo más posible en términos de conducta, de actitudes de desborde dionisíaco como mear en la Plaza o emborracharse…
No me inmiscuiré aquí con las implicancias económicas de este conflicto y su resultado porque son obvias. Tan sólo con seguir la trayectoria de las distintas agrupaciones del Campo durante la reciente historia argentina es suficiente: rechazo ante el estatuto del peón, apoyo al golpe del 76, etc. etc., ni tampoco con sus consecuencias negativas como modelo de inserción económica del país en el mercado mundial. En cambio, este pequeño artículo verborrágico meramente intentó resaltar algunas implicancias simbólicas de la victoria del Campo que pudieran señalar algo así como un estado de la cuestión del imaginario social dominante actual y poner con ello de manifiesto la enorme adversidad ante la que nos enfrentamos quienes intentemos intervenir sobre las identidades discursivas para desplazarlas hacia efectos de realidad más igualitarios que los se erigen ante nuestros ojos. Éstos no pueden ser calificados más que con términos alarmantes, ya que aún adhiriendo en parte a un discurso posmoderno, la omnipresencia de la explotación del hombre por el hombre no puede ser minimizada.
*(Los remito aquí a mi amigo Macha y sus reflexiones - en proceso de publicación - en torno a Laclau y la sociedad argentina contemporánea)
"Gotas de luvia siguen cayendo en mi cabeza" o "Engominando un fetiche"
Cada paso, nuevo eje; una existencia corpórea derretida y renaciendo . El esfuerzo. Una cámara mortuoria con espejos. Reflejar una ascesis . Diametralmente opuesta a esta asepsia.
- …
- (Lluvia más intensa)
Y un tronco no puede sino ser corteza y voluptuosidad. ¿qué pasa con el aire que respira, que lo hincha? ¿Y mi cuerpo enardecido hasta la médula, enrarecido? Las tetillas vomitando su exceso y su frío, una piel a medio cocer. La mascarada del otro vuelve a revelar la lucha imposible y desigual contra uno mismo. Pero su ausencia también es espera; me regocijo en su humilde mirar.
Los materiales, nobles, embadurnados –barnices y alquitrán, mentiras de zaguán-. Agarrar ese paquete y estrellarlo contra el piso para que no queden más que añicos de esta puta realidad.
- Siempre
- ¿Nunca?
- ¡Nunca!
- A veces
- No…
- …
- …
De nuevo otra vez (nunca) se volverían a mirar como en ese segundo de relámpagos y planetas desorbitados. La promesa penetrando el instante eterno de un actuar eunuco.
Se mirarían de nuevo (nunca), se abrazaron
Se trata, de alguna manera, de narrar un cierto "clima de cosas e ideas", una manera de ser y estar que recoge sus fuerzas de su carácter enteramente imaginario, tan tan real. Mi intención no es, de nuevo, darles un orden, un sentido específico, es por eso que las tiro así, como vienen che, a ver qué imágenes y cosas se les vienen a su cucuzza, que la mía ya s quemó con estas y busca novedad Y qué lindo hablar así con Ori, Céline, Badiou...
vacío constitutivo...podría ser
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El otro día el mundo me superaba
NOVA
algunas tinieblas corazonadas
éxitos!
ori
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Entran en la cancha, superpuestos, desordenados, cambiándose incesantemente la camiseta algunos pata-dura: Conrad, Céline, Benjamin, Badiou, Deleuze, Derrida… el fútbol evidentemente no es lo suyo: pierden sus rostros, hacen goles en contra, se desdicen, son malinterpretados… y siguen jugando… rápido, sin pensar, se pasan la pelota: entre ellos, contra ellos…y juegan…
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La figura de la anábasis plantea un viaje pensado como circular, donde el retorno está incluido como fin, pero cuyo transcurso es irrumpido por algo impensado que suspende su sentido originario. Así éste en una errancia a la que es imposible sustraerse hasta la invención de un sentido nuevo que permita llegar al punto de partida, por supuesto desplazado en tanto significación por el entre transcurrido.
El momento de la errancia es el de la absoluta desnudez, aquel en el cual no queda más que la propia presencia, la nuda vida, de-significada, en su más pobre y plena materialidad. En conjunción a la suspensión de la identidad, dejando vislumbrar su trasfondo de nada, (¿pero, qué es nada?), salta toda continuidad temporal, todo su ordenamiento posible, reintegrando a las dimensiones del pasado y el futuro al perfecto, invivible presente. Invivible, en tanto tal, siempre out of joint consigo mismo, desbordándose en proyecto, creación de sentido: nuevo.
Plausible de ser superpuesto a esta noción de la anábasis, tal como se jugaría con una hoja de calcar sobre una superficie previamente escrita, podemos acercarnos al Corazón de las tinieblas de Conrad, aquel viaje relatado por Marlow al Congo Belga: Una simple expedición de civilización del otro, pobre otro, y de paso, unos vueltitos de marfil en el bolsillo: “What redeems it [the conquest of the earth] is the idea only. An idea at the back of it; not a sentimental pretence but an idea; and an unselfish belief in the idea – something you can set up, and bow down before, and offer a sacrifice to…”
Un barco transportando la misión civilizadora, un sentido… hasta que el otro irrumpe como uno, hasta que el otro soy yo: “… that was the worst of it – this suspicion of their not being inhuman. It would come to one slowly. They howled and leaped, and spun, and made horrid faces; but what thrilled you was just the thought of their humanity – like yours – the thought of their remote kinship with this wild and passionate upoar. Ugly. Yes, it was ugly enough (…) there was in you just the faintest trace of a response to the terrible frankness of that noise, a dim suspicion of there being a meaning in it which you (…) could comprehend.” Pérdida radical del sentido, de las coordenadas que me autodefinen, carne del ideal, ideal en la carne.
Pero hay que volver… el riesgo de la suspensión del ideal identificatorio del yo es la locura: Kurtz, que contagia, que no puede ser olvidado, cuya presencia infecta las puras aguas londinenses. Hay que volver sí, pero la resignificación es inevitable, tanto como la expansión de las tinieblas… tal como son expansivos nuestros pasos.
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Y Marlow puede volver… podría pensárselo como aquel narrador al cual Benjamin valoriza por su capacidad de transmitir la experiencia, aquel que convierte a la vivencia en un legado para sí mismo y para otros, aquel cuyas marcas son inescindibles del relato, en el cual su contenido proposicional es inseparable de su acto de enunciación. Performativo, sí, pero cuyo peso radica en que sólo puede ser enunciado en tanto la vida sea apropiada, el mundo habitado, marcado por la experiencia discursiva…
Pero también nos encontramos con la figura de Kurtz, alteridad radical, yo hasta ser otro, desplazamiento de la voz, de la vida, “The horror, the horror”… lo otro en su otredad y por ello, la palabra suspendida, la palabra anulada, no más tinta sobre cuerpos ajenos. Pero el precio de la identidad de todo consigo mismo es el silencio, es intentar pensar sin pensar la paradoja que encierra esta última palabra misma… Kurtz línea de fuga deleuziana, pero muda… muda será, pero al fin y al cabo, se entiende lo que quiero decir cuando digo muda, ¿no?
La experiencia es aquello que se transmite, y en tanto transmisible, implica una identidad consigo mismo, una fijación y ella consiste en hacerla lo que es… vida habitada de garras y dientes, violada, pero así hecha vida, carnal con lo que vivimos: nuestra vida… Lo que mejor puede decir el horror de la guerra es la mudez fiel a su monstruosidad. Lo otro es el horror… el silencio. Sin embargo, preferiría que los hombres no vuelvan mudos del campo de batalla…
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Miro un cuadro cubista de Picasso. No me devuelve mi perspectiva fija como espectador sobre aquella mujer. Me muestra a esa(?) mujer, sólo a esa, pero en la multiplicidad inabarcable pero acotada de ángulos posibles en que podría verla. Pero entonces, ¿es la misma? Millones de perspectivas confluyen, haciendo estallar en pedazos una imagen uniforme, única de esa mujer… y yo miro… ¿y yo? ¿Puedo yo acaso ser retratado como esa pintura? ¿Puedo acaso ser yo y sólo yo? La fragmentariedad que miro me devuelve su carácter como un espejo…
Pero miro. Yo miro. ¿Ilusión del lenguaje? Tal vez… seguro vez, vos ves, y yo veo. No hay un punto de vista total, eso es lo que me devuelve el cuadro, y me lo devuelve a mi, incluyéndome en su lógica, pero a su vez yo estoy fuera del cuadro, mirándolo con todas esas perspectivas incongruentes entre sí, enmarcadas en un cuadro… que puede ser re-enmarcado, tal como cualquier contexto puede ser re-contextualizado… pero, de nuevo, me lo devuelve a mi, que soy un millón, pero alguien me puede ver como uno…
Siempre vemos como uno… La política encuentra su condición de posibilidad en la contingencia de ese uno, en su esencial contingencia, y creo que debería construirse hacia esa multiplicidad habitante en lo uno, pero partiendo de un uno. Sino, creo que se cae en el solipsismo de la imposibilidad, mientras que cuando hablo, hablo… aunque no me escuchen, porque no me escucho, porque el silencio es constitutivo.
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Viaje al fin de la noche de Céline. Novela brillante, larga, insoportable…
Pensando al viaje como metáfora topográfica, éste nos presenta su extensión y su momento de partida como aquel de lo imaginario: “Nuestro viaje es enteramente imaginario. De ahí su fuerza.” Ello es lo que permite toda la enunciación de la novela, todo está dicho en ese registro. Así, algo se cuenta, sucede, volviéndose visceralmente ilegible de a ratos… la vida es lo que se sucede. Sin embargo, nuestra lectura es un viaje, un desplazamiento propuesto desde el título hacia algo: el fin de la noche… Hacia la noche, aquello que por definición no podría verse: la nada … Lo real: esto es lo que encontramos sin encontrarlo, fugitivamente, al final de la novela: “El remolcador pitó a lo lejos. Su llamada pasó el puente, un arco, todavía otro arco, la esclusa, otro puente, lejos, más lejos… Llamaba a todas las gabarras del río, todas, y a la ciudad entera, y al cielo y al campo y a nosotros; todo de lo llevaba, el Sena también, todo, no se hable más.”. La única manera de decirlo es mediante el silencio.
Ello nos permite sugerir una posible aclaración a lo que a primera vista podría parecer contradictorio de las líneas del epígrafe. Allí se nos dice que el viaje “Va de la vida a la muerte”, pero sin embargo, y al mismo tiempo, “Ocurre al otro lado de la vida”, que uno supondría que sería la muerte, enunciada en términos positivos (si es que es posible postivizar a la nada) Entonces, va de lo imaginario a lo real: la muerte, el Podría pensarse entonces que lo que ocurre durante el relato es la muerte imaginada; ella es la sustancia de lo real, pero que a su vez nunca puede ser aprehendida como tal, sólo puede ser el otro lado de la vida. Sólo se puede hablar desde lo imaginario, la vida, cuyo fondo es un vacío constitutivo. Este movimiento de la vida a la muerte, que con esta fórmula parece prensentarse como meta, sólo puede advenir, hacerse presente en el fin de la novela, en su silencio.
Este intento de hacerle verdad a la nada, al sin sentido detrás del sentido, a esa nada mediatizada y captada en la pesadez del relato imaginario, lo que Badiou llamaría “pasión por lo real” podría considerarse como propio del siglo XX. En este sentido, puede ser interesante comparar a un escritor límite del siglo XIX como lo fue Conrad, en su presentación del personaje de Marlow. Ante la experiencia lo real, del horror de Kurtz, Marlon elige sobre-vivirlo, ponerse del lado de la vida como diría Derrida, por ejemplo en su testimonio a la viuda: las “palabras” del horror no pueden ser reproducidas, deben transformarse en un relato ennoblecedor… Impotencia ante lo real: “The horror, the horror.”
Crave
Es un fragmento de una obra que hace bastante tiempo estuvo en cartel en El Lavapiés
un abrazo amigos
Viaje de LSD
"Comencé a gozar poco a poco del inaudito juego de colores y formas que se prolongaba tras mis ojos cerrados. Me penetraban unas formaciones coloridas, fantásticas, que cambiaban como un caleidoscopio, en círculos y espirales que se abrían y volvían a cerrarse, chisporroteando en fontanas de colores, reordenándose y entrecruzándose en un flujo incesante. Lo más extraño era que todas las percepciones acústicas, como el ruido de un picaporte o un automóvil que pasaba, se transformaban en sensaciones ópticas. Cada sonido generaba su correspondiente imagen en forma y color, una imagen viva y cambiante. Luego me dormí exhausto y desperté a la mañana siguiente reanimado y con la cabeza despejada, aunque físicamente aún un poco cansado. Me recorrió una sensación de bienestar y nueva vida. Cuando más tarde salí al jardín, en el que ahora, después de una lluvia primaveral, brillaba el sol, todo centelleaba y refulgía en una luz viva. El mundo parecía recién creado. Todos mis sentidos vibraban en un estado de máxima sensibilidad que se mantuvo todo el día." Extraído del libro
Intentos de narrar experiencias inenarrables. Experiencias que son viajes. Viajes que no implican carreteras. Viajes que generan sinestesias. Viajes que renuevan, se renuevan, renacen, te hacen renacer. Maximizan tu sensibilidad. Y a sentir al mundo como recién creado…
Intentos de narrar lo inenarrable. Mejor aún: intentos de irradiar y profundizar estos viajes, estas experiencias únicas, irrepetibles, rebeldes. Experiencias cambiantes, individuales y, a la vez, compartidas con la gente que amás y que te ama, genuinamente, en sus infinitas variantes.
Viajes ilegales. ¿Cómo podría ser el LSD legal si no es útil ni para el disciplinamiento ni para el control? Los llamados psicofármacos, en cambio, son claramente funcionales, de ahí su aceptada y consensuada legalidad.
¿Se imaginan al mundo entero de pepa?
(NOTA: El LSD no tiene potencial de adicción física. Tampoco tiene adicción psicológica. La sobredosis en LSD no existe o es prácticamente nula, la dosis letal de LSD en humanos es decenas de miles de veces una dósis normal. De todos modos hay ciertos peligros latentes en el uso del LSD: la mayoría de estos peligros son psicológicos, pues en ciertos casos puede "sacar a flote" psicosis latentes o exacerbar estados depresivos que lleven a un comportamiento irracional.)
Time has told me
Gracias a Guido y a Ori por invitarme.
Time Has Told me
Time has told me
You`re a rare rare find
A troubled cure
For a troubled mind.
And time has told me
Not to ask for more
Someday our ocean
Will find its shore
So I`ll leave this ways that are making me be
What I really don´t want to be
Leave the ways that are making me love
What I really don´t want to love
(...)
La lluvia sigue lloviendo sola en Buenos Aires
inscripciones institucionales bolivianas
POLICIA NACIONAL DE CARANAVI:
"Contra el mal por el bien de todos"
FUERZA NAVAL DE RURRENABAQUE:
"Guiar al responsable
Corregir al irreponsable
Capturar al inconrregible"